sábado, 19 de enero de 2008

gotitas milagrosas


Mi vieja siempre tuvo esa dualidad. Infinita reverencia hacia los médicos y la medicina y una apertura insólita hacia las terapias alternativas, que puedo asegurar que fueron más efectivas que la medicina tradicional.
Yo le tenía miedo a la oscuridad, sobre todo a mi cortina a oscuras en la que imaginaba formas y personajes, pero había algo que lo superaba. Mi mayor temor era a los esqueletos. El laboratorio de mi colegio tenía un huesudo ser que asomaba en la ventana y al que yo temía con fanatismo. Tenía 12 años y pasaba corriendo por ahí con tal de no verlo. Mis amables compañeras con ánimo de que yo eliminara mi trauma me agarron de los pies y las muñecas y me llevaron a enfrentarme con él. Fue tan fuerte mi temor que empezé a gritar y me fui corriendo espontadísima. Mi vieja que lo consideraba una fobia in-cre-i-ble (no precisamente hablando de fasinación), se hartó y me llevó a hablar con la especialista en "miedos".
Yo estaba sentada frente a la doctora, ella haciendome el entre para que yo despliegue mi temor avergonzante y yo muerta de verguenza. Finalmente cedí y le confesé mi problemita. Ella amablemente me explicó que era normal y que debía superarlo con la ayudita de unas gotitas que servian para eso. Entonces me dió las flores de bach. Las tomé por mucho tiempo y sugestionada o no los temores se iban superando.
Llegó el día en que me cansé y decidí enfrentar al sujeto que se apoderaba de mis pesadillas y que lograba que yo acelere mi paso cuando me acercaba al laboratorio. Hay que tener mucho valor para enfrentarse cara cara con el pánico. Yo lo hice. Junté fuerza, respiré hondo y abrí la puerta. Ahí estaba el desgraciado riendose de mi con la boca abierta y medio destartalado. En ese momento me sentí una estúpida porque realmente fueron 13 años de mi vida evadiendo su presencia y tapandome los ojos ni bien aparecía su imagen, haciendome la película de terror. No podía creer que "eso" me diera tanto pánico. Finalmente ese día termine bailando con el esqueleto y mis compañeras aplaudian dando por finalizado el circo diario de pasar corriendo por el pasillo.
Llegué a casa y con el pecho inflado le conté a mi vieja esperando su felicitación. Ella visiblemente emocionada por su hallazgo me dijo: ¡Viste! Las flores de Bach.
En la actualidad mi vieja continúa adjudicándole el poder de milagrosas a las gotitas: "Te ayudaron mucho Carito".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que buena historia!